Portland (OR), 26 oct (EFEUSA).- Ota Tofu, el único negocio de japoneses en Portland que sobrevivió a los años duros de la II Guerra Mundial en los que eran el enemigo dentro de casa y fueron internados en campos, es la tienda de tofu más antigua del país y un lugar único donde todavía lo elaboran a la manera tradicional.
Entrar de madrugada en la compañía Ota Tofu, situada en una tranquila calle al este de esta ciudad del noroeste de Estados Unidos y fundada en 1911, aunque su localización actual data de 1980, es como sumergirse en el pasado.
Las semillas de soja se muelen y se remojan como antaño en la pequeña fábrica iluminada por fluorescentes, para después obtener la leche de soja filtrándola en una bolsa de tela.
La tienda pasa desapercibida, humilde y despreocupada de la importancia que le dan los amantes de las exquisiteces gastronómicas, a los que en inglés se les llama “foddies”.
El tofu es una proteína vegetal obtenida de la soja y consumida por millones de asiáticos y también por un número creciente de vegetarianos, veganos, hippies o fanáticos de la salud de otros continentes.
El negocio estuvo en manos de la familia Ota, que llegó a Oregón en 1880, hasta hace solo ocho meses, cuando lo vendieron a Jason Ogata, quien junto a su madre lo gestiona con respeto a la tradición, el trabajo y el cariño de más de un siglo.
Ogata explica a Efe que la diferencia del tofu de Ota Tofu es la calidad que le da “el proceso manual” y tradicional frente a los hechos en máquina.
Para no perder detalle en la cadena de producción y “respetar la tradición”, los Ogata tienen la suerte de contar con uno de los descendientes de los fundadores, Koicho Ota, antiguo dueño que ahora ejerce de jefe de operaciones.
De muy avanzada edad, Ko pasea entre las maquinas esquivando las fotografías, ya que lleva consigo una mochila con un aparato de asistencia respiratoria y le disgusta que le vean “así”.
Antiguamente el líquido extraído se “prensaba con adoquines sobre tablones de madera”. pero ahora se encarga de la tarea una hidráulica de acero inoxidable que “presiona la leche de soja convirtiendo el coágulo en ladrillos semisólidos” que aun hoy en día, los empleados de la tienda, que comienzan su labor a las 4 de la madrugada, cortan y empaquetan cuidadosamente a mano.
Rodeados de una maquinaria de “más de cuarenta años”, cubos de plástico apilados, mesas de acero y utensilios relucientes, llama la atención el espacio organizado y pulcro, donde varios trabajadores de origen chino, trabajan de forma eficiente y relajada, muchos de los cuales no hablan siquiera inglés.
En el equipo hay tan sólo un estadounidense.
Cada bloque de tofu se tarda en elaborar aproximadamente una hora y cada bandeja contiene 24 bloques de tofu que se cortan manualmente.
Afanados en sus quehaceres, consiguen sacar adelante una producción de unos 1.360 kg de tofu al día que debido a “no estar pasteurizado” mantiene la calidad y el sabor durante unos quince días, según dijo Ogata.
Una clienta asegura que “no hay mejor tofu en la ciudad” mientras la madre de Ogata, que sonríe pero no habla, coloca en el contenedor de la clienta tofu frito, una de las variedades que se venden en la tienda, además de la soja tradicional y la leche de soja.
Si el cliente trae sus propios recipientes, le aplican un descuento.
Además de los consumidores de a pie, la tienda distribuye a casi todos los restaurantes de la ciudad, supermercados gourmet y tiendas de alimentos asiáticos.
El ir y venir de clientes asiáticos confirma que Ota Tofu es, más que una tienda, un espacio de conocimiento y legado que mantiene anclados a sus dueños a su país mediante la magia de la tradición.