Por Ernesto Garibay Mora
Son conocidos públicamente los abusos sexuales de decenas, quizá cientos, de sacerdotes católicos hacia niños sin que, en general, hayan sido condenados por las autoridades civiles, vamos, muchos ni siquiera han llegado a los juzgados o Cortes, pero además han sido protegidos por la jerarquía vaticana o por un arzobispado.
También se sabe de enormes riquezas económicas que han acumulado prelados de la Iglesia Católica, enriquecimiento exorbitante y grosero que mengua el origen de pobreza de su religión, asimismo es sabido de los manejos de lavado de dinero de las instituciones bancarias de la Santa Sede; también se conoce la postura que tiene sobre la homosexualidad, el matrimonio entre personas del mismo género, el uso de preservativos, el aborto y el celibato, entre otros temas que le han provocado una pérdida enorme de fieles en todo el mundo y por consecuencia el fortalecimiento de otros grupos religiosos.
En ese sentido, el Papa Francisco I enviará esta misma semana un documento a todas y cada una de las iglesias que componen el contexto católico donde jerarcas, sacerdotes y feligreses podrán expresar su opinión sobre temas controvertidos y a partir de ahí realizar reformas sobre los mismos.
Ahora bien, teóricamente es un mecanismo interesante, pero sólo en la hipótesis, ya que no hay garantía que respondan con libertad ni los prelados, ni los feligreses, y si así fuera, ¿qué nos garantiza que verdaderamente así fue? Históricamente la jerarquía vaticana, (llámese individuos), se ha (n) caracterizado por defender sus propios intereses sin importarles lo que piense o sienta el resto de su comunidad, es decir, han sido decisiones unilaterales, y en ocasiones de grupo, como el Opus Dei.
Paralelamente el actual Papa se ha caracterizado por ser una persona, si bien no intransigente, sí defensora del conservadurismo religioso a ultranza, donde dentro de su criterio no existen puntos intermedios, a pesar de que mediáticamente se presente como tolerante, y ahora defensor de la opinión de los católicos, en ese contexto existe una válida pregunta ¿hará valer Francisco I, en caso de que así fuera, una opinión contraria de los sacerdotes y feligresía a los postulados del Vaticano?
Por supuesto que surgen y permanecen otros cuestionamientos como ¿algún día veremos una pareja del mismo sexo recibir la bendición matrimonial ante un altar católico? ¿Los sacerdotes pedófilos serán llevados los tribunales civiles? ¿Se eliminará el celibato? ¿Finalmente aceptará el Vaticano la decisión personalísima de la mujer a abortar? ¿Ya no cuestionará el uso de los preservativos? ¿Estará de acuerdo con la eutanasia? ¿Transparentará sus finanzas? Y un listado infinito de preguntas y válidas dudas.
Particularmente tengo incertidumbre, pero sería interesante que cada una de las iglesias permitiera a la opinión pública conocer los resultados de lo que pretende ser una Reforma Estructural en el Vaticano, ojalá así sea.